Solspeil
Rjukan,Noruega
Constanza Sandoval V.
Desde tiempos remotos, los humanos hemos considerado
al sol como elemento central de la creación. Cada día recibimos cientos de
rayos solares, que iluminan nuestro rostro y nos nutren de manera fundamental
para nuestro vivir. Hace cientos de años, en el antiguo Egipto, Grecia y Roma,
se practicaba de modo terapéutico tomar baños de sol, con el fin de conseguir
un equilibrio corporal y espiritual. Actualmente, en nuestro país, hemos vivido
cambios climáticos que aumentan la cantidad de días de verano y las altas
temperaturas, ganándose la enemistad de todos los habitantes.
Pero,
¿Qué pasaría si un día dejáramos de ver el sol?
Noruega es un país muy rico en
recursos naturales, que en la mayoría de los países son escasos. Además del
petróleo, tiene mucha agua dulce, pero lamentablemente, sus habitantes se pasan
medio año extrañando un recurso tan vital, como es la luz solar. Durante el invierno, los habitantes de Noruega
solo ven el sol durante cinco horas al día, y
algunas localidades al Norte viven una noche que dura dos meses. Pero no sólo la latitud influye en las horas
del sol, sino también la geografía del lugar. Esto es lo que ocurre en Rjukan,
un pueblo situado a cien millas al oeste de Oslo, donde viven unas 3.500
personas. Encajado entre enormes montañas, el valle, rodeado por abruptas
laderas boscosas, es acompañado por una enorme cascada que nutre toda la
explanada.
La ciudad se comenzó a construir en
1905 alrededor de la fábrica de fertilizantes de Norsk Hydro, que aprovechaba
la energía generada por la cascada (utilizada ahora como central
hidroeléctrica). En pocos años, un destino turístico para excursionistas, pasó
a ser uno de los focos industriales del país. Durante seis meses del año, en la época de
otoño e invierno, los habitantes de la pequeña aldea se encuentran cubiertos de
sombra, privados de luz solar. De septiembre a marzo ven como la luz del sol
ilumina la cima de sus montañas, pero no sus calles.
En el 2001, Martin Andersen, un artista de unos 40 años, habitante de una
localidad vecina a Rjukan, ideó un proyecto durante 10 años, en el cual un
sistema basado en tres espejos gigantes controlados electrónicamente por un
computador, siguen al sol y reflejan hasta un 90 % de la luz, hacia la plaza del
Ayuntamiento, en el centro de la ciudad.
“Mucha gente estaba en contra, pensaban que el dinero
debía usarse en mejorar las carreteras. Tuve la idea al llegar a la ciudad, tenía
una hija pequeña y todos los días quería que estuviera al sol, cada día tenía
que andar más y subir más a la montaña, así que se me ocurrió traer el sol aquí
en vez de perseguirlo"¹.
El fundador
de la ciudad, Sam Eyde, lanzó la idea del “Solspeil” en 1913. Lamentablemente el poco avance tecnológico de la época, no permitió
tal nivel de intervención. Posteriormente, en 1928 se construyó una góndola para transportar a los
habitantes, hacia el sol del invierno, fuera del valle.
Esta góndola, Krossobanen, sigue funcionando, siendo una importante conexión
entre la ciudad y las montañas, el único lugar donde se puede tomar un poco de
sol.
La ausencia de luz solar impide la
síntesis de diversas vitaminas capaces de mantener en altos niveles el estado
de ánimo, por lo cual los noruegos compensan esta realidad, haciendo mucho
deporte y tomando medicinas que reparan el déficit. Los ciudadanos reconocen
que su ciudad era desolada en invierno, la gente no andaba por las calles, pero
la llegada de esta nueva intervención, recobro la vida del barrio y de la
ciudad en general.
Esta intervención urbana no solo
aportó con luz solar, sino que también dio pie para mejorar la infraestructura
urbana del lugar, peatonalizando la plaza central e instalando mobiliario que
fuera capaz de acoger a los habitantes del lugar. Se realizaron actividades
festivas para recibir la llegada de la luz solar, la vida pública se volvió común
en el día a día de la ciudad. E incluso disminuyeron los niveles de inseguridad
en la calles. Es decir, cambió radicalmente la calidad de vida.
El ingenio y la creatividad de los ciudadanos puede ser una gran oportunidad para sacar provecho de las condiciones naturales, la acción pública incluso de un solo habitante puede generar grandes cambios en la forma de vida de una comunidad entera. El simple hecho de llevar la luz solar al centro de la ciudad, disminuye la inseguridad que sienten los habitantes en esas calles tan desoladas y sombrías. Aumenta la cantidad de flujos de peatones por el lugar, atrayendo distintos tipos de infraestructura urbana, la creación de parques, la inclusión de zonas comerciales, es decir, algo tan simple para nosotros, para una pequeña ciudad, puede ser un mundo.
El ingenio y la creatividad de los ciudadanos puede ser una gran oportunidad para sacar provecho de las condiciones naturales, la acción pública incluso de un solo habitante puede generar grandes cambios en la forma de vida de una comunidad entera. El simple hecho de llevar la luz solar al centro de la ciudad, disminuye la inseguridad que sienten los habitantes en esas calles tan desoladas y sombrías. Aumenta la cantidad de flujos de peatones por el lugar, atrayendo distintos tipos de infraestructura urbana, la creación de parques, la inclusión de zonas comerciales, es decir, algo tan simple para nosotros, para una pequeña ciudad, puede ser un mundo.
Luego de conocer la situación de esta ciudad, me hago el siguiente
cuestionamiento; ¿Por qué es imposible concebir ciudades condicionadas para las
personas? ¿Por qué crear una ciudad donde las personas no tienen una óptima calidad
de vida?
Quiero hacer referencia al urbanista danés Jan Gehl, quien
fundamenta gran parte de su trabajo en el estudio del uso del espacio público y
en proyectar ciudades habitables. “Cada mañana cuando te despiertas, tienes
que sentir que tu ciudad es un poco mejor que el día anterior. Es una sensación muy agradable, ya que
da una perspectiva para las generaciones futuras”³. Ha desarrollado libros con herramientas de
cómo crear ciudades más humanas, como en su ejemplar “Cities for People”.
Comparto la postura de Gehl, creo que como arquitectos, urbanistas y futuros planificadores
urbanos, tenemos un gran desafío por delante, el no solo proyectar una
arquitectura funcional sino también una arquitectura capaz de hacerse por y
para las personas, debemos ser capaces de considerar el componente social, la
humanización del espacio y la forma de habitar en este, la complejización de la
vida social, que finalmente es el eje fundamental de una ciudad, pero además ,
entender que la participación de la ciudadanía en la creación de estos espacios
es tan importante como la acción de los expertos, quien conoce mejor una ciudad
si no son sus propios habitantes, capaces cada día de empoderarse de la
situación y mejorar su calidad de vida para un óptimo habitar.
Artículo Constanza Sandoval
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